
Enclavado en el extenso campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la Ciudad de México, el Estadio Olímpico Universitario se erige como un testimonio de innovación arquitectónica e historia deportiva. Este icónico estadio, con su distintivo exterior de roca volcánica, ha sido testigo silencioso de algunos de los momentos más memorables del deporte mexicano e internacional desde su inauguración en 1952.
Una visión volcánica
El Estadio Olímpico Universitario fue concebido como parte de un gran plan para crear un campus universitario moderno en la Ciudad de México. Diseñado por los arquitectos Augusto Pérez Palacios, Jorge Bravo y Raúl Salinas Moro, la forma única del estadio se inspiró en su entorno. Construido en una hondonada del Pedregal de San Ángel, la estructura emerge de la tierra, imitando un volcán con sus laderas inclinadas cubiertas de piedras de magma.
La construcción comenzó en 1950 y, notablemente, el estadio se completó en solo ocho meses, gracias a los incansables esfuerzos de más de 10,000 trabajadores que laboraron en turnos las 24 horas del día. Cuando abrió sus puertas el 20 de noviembre de 1952, el Estadio Olímpico Universitario era el estadio más grande de México, con una capacidad de alrededor de 70,000 espectadores.
Gloria olímpica y más allá
El momento cumbre del estadio llegó en 1968 cuando sirvió como pieza central de los Juegos Olímpicos de Verano. Para cumplir con los requisitos del Comité Olímpico Internacional, la capacidad de asientos se incrementó temporalmente a 83,700 sin grandes modificaciones estructurales. El Estadio Olímpico Universitario albergó las ceremonias de apertura y clausura, así como los eventos de atletismo, cimentando su lugar en la historia olímpica.
Uno de los momentos más icónicos en la historia del deporte ocurrió dentro de estas paredes de concreto durante los Juegos Olímpicos de 1968. Los velocistas estadounidenses Tommie Smith y John Carlos levantaron sus puños en un saludo del Poder Negro durante la ceremonia de medallas de la carrera de 200 metros, protestando contra la discriminación racial en los Estados Unidos. Este poderoso gesto resonó en todo el mundo y sigue siendo una de las imágenes más perdurables de los Juegos Olímpicos.
La importancia del estadio se extiende más allá de los Juegos Olímpicos. Ha sido sede de numerosos eventos internacionales, incluyendo los Juegos Panamericanos en 1955 y 1975, y cuatro partidos durante la Copa Mundial de la FIFA de 1986. Hoy en día, continúa sirviendo como el estadio local del club de fútbol Pumas UNAM y del equipo de fútbol americano universitario, Pumas CU.
Un monumento viviente
En 2007, el Estadio Olímpico Universitario, junto con todo el campus de Ciudad Universitaria, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, reconociendo su importancia cultural y arquitectónica. La entrada este del estadio presenta un notable mural de piedra natural creado por el célebre artista mexicano Diego Rivera, aunque quedó inconcluso al momento de su muerte en 1957.
A lo largo de los años, el estadio ha sido sometido a varias renovaciones y reducciones de capacidad para cumplir con los estándares modernos de seguridad. Hoy en día, puede acomodar aproximadamente a 63,000 espectadores. A pesar de estos cambios, el Estadio Olímpico Universitario conserva su carácter original y continúa siendo un monumento querido en la Ciudad de México.
Un partido histórico: La final de los 200 metros masculinos en los juegos olímpicos de 1968
Aunque el Estadio Olímpico Universitario ha sido testigo de innumerables eventos deportivos memorables, quizás ninguno sea más históricamente significativo que la final de los 200 metros masculinos durante los Juegos Olímpicos de 1968. El 16 de octubre de 1968, el estadio quedó en silencio mientras los corredores tomaban sus marcas.
El velocista estadounidense Tommie Smith ganó la medalla de oro con un tiempo récord mundial de 19.83 segundos. Su compatriota John Carlos obtuvo el bronce, mientras que el australiano Peter Norman terminó segundo. Sin embargo, fue lo que sucedió durante la ceremonia de medallas lo que grabaría esta carrera en los anales de la historia.
Mientras sonaba el himno nacional estadounidense, Smith y Carlos inclinaron sus cabezas y levantaron sus puños enguantados de negro en una protesta silenciosa contra la discriminación racial. Este poderoso gesto, transmitido alrededor del mundo, se convirtió en un símbolo perdurable del movimiento por los derechos civiles y la lucha contra la injusticia.
Las consecuencias de su protesta fueron inmediatas y controvertidas. Smith y Carlos fueron expulsados de la Villa Olímpica y enfrentaron una significativa reacción negativa al regresar a casa. Sin embargo, su valiente acto en el Estadio Olímpico Universitario desencadenó importantes conversaciones sobre la igualdad racial y el papel de los atletas en el activismo social.
Hoy en día, el Estadio Olímpico Universitario continúa albergando eventos deportivos, conciertos y reuniones culturales. Su forma de concreto, emergiendo del paisaje volcánico de la Ciudad de México, se erige como un recordatorio del poder de la arquitectura para inspirar y la capacidad del deporte para unir y desafiar a la sociedad. A medida que se acerca a su 75º aniversario, este notable estadio sigue siendo una parte vibrante del patrimonio deportivo y cultural de México, su legado tan duradero como la roca volcánica de la que emergió.


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